sábado, 6 de enero de 2018

Panamá: Un congreso histórico por la soberanía

No hay duda alguna que las profundas transformaciones que desde hace décadas se vienen produciendo a nivel universal, han dejado también su impronta, en muchas de nuestras carencias y dificultades, a la hora de sustentar eficazmente las preocupaciones soberanas en las nuevas realidades creadas, que nos sirvieran para persuadir así, a amplias capas de nuestra población, sobre su vigencia y actualidad.

Pedro Rivera Ramos / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

Durante dos días (15 y 16 de febrero) de 1964 y seguramente con la ira contenida, el dolor por la Patria mancillada o el duelo por los héroes caídos en desigual combate, un número considerable de las organizaciones más representativas de nuestra Nación, entre asociaciones profesionales, sindicatos, organizaciones campesinas, religiosas, estudiantiles y otras,  aprobaban mediante resoluciones, una visión distinta de lo que deberían ser a partir de ahora, las relaciones con los Estados Unidos, con la ocupación ilegal de la franja canalera y con la construcción de un país al servicio principalmente de sus ciudadanos. Poco más de un mes había transcurrido de los aciagos días que desde el 9 de enero de 1964, afligían a la Patria.

Naturalmente que muchos son los cambios y transformaciones que han tenido lugar desde 1964 hasta la fecha. El mundo y el país que existía cuando tuvo lugar el Primer Congreso por la Soberanía, ese de la Guerra Fría, de la guerra de Vietnam, de utopías e ideologías enfrentadas, de las luchas populares y los procesos de descolonización, principalmente en África, es considerablemente diferente al que hoy existe. El enclave colonialista y el control estadounidense sobre nuestro principal recurso natural, piezas fundamentales que a lo largo de casi toda nuestra historia, cimentaban nuestro acendrado nacionalismo y reclamos soberanos, ya no existen de forma tan perceptible.  Conceptos como soberanía, neocolonialismo, independencia y liberación nacionales, entre otros, han venido perdiendo su significado real y dejaron de tener la misma connotación que antaño; lo que hizo que para muchos, lamentablemente, solo sean ahora parte del baúl de los recuerdos.

Ciertamente lo acontecido aquí, donde la lucha por la soberanía en la mente de las grandes mayorías, estuvo atada esencialmente a la presencia militar estadounidense y al control exclusivo sobre el Canal, pareció culminar el 31 de diciembre de 1999. Después de eso no hemos sido lo suficientemente audaces ni previsores, para revitalizar o reencontrarnos con las tareas inconclusas, que nos dejaba el necesario perfeccionamiento como nación y que atañen directamente a una concepción auténticamente soberana como país y como pueblo. En cierto modo, muchos de los que en el pasado pertenecimos a las corrientes de pensamiento más progresistas del país, optamos sin vacilar por la inercia, fuimos seducidos por el confort, invadidos por el desencanto y la fatalidad y, de hecho, renunciamos al compromiso político y al sueño de justicia social, que alguna vez abrazáramos.

Otros, nos aferramos por algún tiempo, a la terquedad de interpretar las nuevas realidades surgidas, solo desde la óptica de unas herramientas teórico-políticas, que ameritaban con urgencia su revisión y relectura. Todo ello ha permitido con mayor facilidad, que se nos impusiera el pensamiento cultural del neoliberalismo y de una nueva economía global, donde los ciudadanos desaparecen, para darles paso a los consumidores; donde el hedonismo y el individualismo extremos, pasaron a ser los valores supremos; donde se incubó la indiferencia y hasta la desconfianza, hacia nuestros mártires y fechas memorables. Junto a esto y con poca resistencia de nuestra parte, vino la reconversión del Estado en mero administrador de los negocios capitalistas, la manipulación del inconsciente --principalmente de nuestra juventud--desde los centros de poder, la ingenua y acrítica asimilación de una jerga y una nueva significación de los vocabularios, que no nos pertenecía.

Sin embargo, no hay duda alguna que las profundas transformaciones que desde hace décadas se vienen produciendo a nivel universal, han dejado también su impronta, en muchas de nuestras carencias y dificultades, a la hora de sustentar eficazmente las preocupaciones soberanas en las nuevas realidades creadas, que nos sirvieran para persuadir así, a amplias capas de nuestra población, sobre su vigencia y actualidad. El fin de la Historia y el último hombre de Fukuyama, la sociedad de la información, la crisis del modelo civilizatorio, el calentamiento global antropogénico y nuestras necesidades de sobreconsumo y sobreproducción, en un mundo que ahora se sabe finito, son solo algunos rasgos que hicieron mella sobre nuestras utopías y un gran desaliento y frustración, nos invadió después a casi todos.

Hoy nuestra defensa de la soberanía nacional, pasa forzosamente por luchar contra nuestros altos niveles de dependencia y subordinación; la explotación comercial y transnacional de la educación; la degradación ambiental; los disfraces sutiles que adquiere el intervencionismo, la presencia militar y la inmunidad de sus efectivos; las políticas librecambistas que hipotecan nuestro futuro; el cese de las actividades extractivas y expoliadoras de nuestros recursos minerales; el rechazo de envíos de militares o policías hacia el Instituto de Cooperación y Seguridad del Hemisferio Occidental (WHINSEC) o la tristemente célebre Escuela de las Américas.

En el año del cincuenta aniversario de la gesta heroica del 9 de enero y del I Congreso por la Soberanía, la Universidad de Panamá organizó a través de la Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles, en el mismo histórico Paraninfo Universitario, el II Congreso durante los días 21 y 22 de noviembre del 2014, con la aspiración de ser el heredero, continuador y depositario de los sueños y las esperanzas transformadoras, de los que allí se reunieran en febrero de 1964. Ha llegado la hora de convocar al III Congreso, para iniciar la construcción de las nuevas utopías que la sociedad panameña espera, ha llegado la hora de que comprendamos que soberanía es no solo pensar como ciudadanos, sino que estamos obligados más que nunca, a pensar como especie en peligro de extinción. Las nuevas realidades locales y mundiales nos imponen estos desafíos. El próximo congreso debe comenzar a iluminar los claroscuros de nuestra historia, demostrar que la política es un arma para la justicia y la solidaridad y no para enriquecerse a costa de todos; enseñar a pensar, enseñarnos en definitiva a todos, el camino para convencer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias Ingeniero,por tan excelente artículo. Que sea un mensaje para el pueblo panameño.