sábado, 4 de febrero de 2017

Trump y el destierro latino

La fragilidad de la condición humana de los trabajadores indocumentados internacionales y sus familias, parece desaparecer frente a la adversidad de las economías de mercado y ahora del nuevo proteccionismo  de Washington. Dramático escenario donde urge contar con una estrategia común los gobiernos y pueblos latinoamericanos.

Adalberto Santana / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México

El arribo a la presidencia de los Estados Unidos de Donald Trump, muestra las tendencias de un drama largamente anunciado. Esto es, el magnate estadounidense pregonaba durante su campaña que sus principales objetivos eran volver a hacer grande a la mayor potencia de nuestros tiempos. Esto es, regenerar a esa economía que en su pensamiento ha estado sometido por el desarrollo del modelo global del neoliberalismo. Debilidad que en esa lectura, a  favorecido el crecimiento de las economías periféricas (más bien a las oligarquías regionales). Especialmente las que se encuentran al sur de las fronteras del territorio estadounidense.

Un primer elemento que ha reivindicado políticamente el nuevo ocupante de la Casa Blanca, es la construcción de un muro a lo largo de su frontera sur para detener el paso de los migrantes que procedentes de México, Centroamérica y otras regiones del mundo periférico, pretenden a toda costa entrar a la mayor economía del mundo. Muro que en efecto ya lleva largos años en su construcción (con pocas impugnaciones). Actualmente la extensión del muro lleva más de 1,200 kilometros y falta construir una cantidad semejante según la pretensión de Trump, para así sellar una frontera que tiene más de tres mil kilómetros de largo. La tercera parte tiene una barrera natural que es el Río Bravo o Grande. Con ello se quiere “proteger” a la mayor potencia del orbe para evitar seguir siendo “invadida” por una población de origen latino y periférica, que a largo plazo podría aspirar a construir una nueva nación latinoamericana. Muy semejante al resto del mundo latinoamericano, pero con caracteristicas, culturales y prácticas políticas y sociales con sus propias particularidades pero muy similares al resto de la región.

Temor que hace años ya esgrimía el ideólogo de la ultraderecha estadounidense, el profesor  Samuel Huntington (1927-2008). Según el censo de los EU de 2010, en su territorio hay más de 55 millones de personas de origen hispano. Desde la lectura del autor del “Choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial”, esto representaba una gran amenaza a la civilización occidental (EU, Canadá, Europa y Australia). Lectura que sin duda es parte del discurso  político de Trump, que sirve para ubicar desde la visión del puritanismo conservador del mundo anglosajón  (blancos y protestantes), a los latinos como enemigos que amenazan a la mayor potencia del mundo. Desde esa lógica y con un espíritu racista y xenófobo, se propone por la nueva admistración de la Casa Blanca, desterrar a todos los hispanos que “ilegalmente” viven en EU. Así, se tendría una estrategia fundamental,  el sellar la frontera ante esa “invasión” y desterrar a los que ahí llevan muchos años y muchas generaciones trabajando y viviendo. Sin duda, en esa perspectiva no existe la historia como referencia de los EU  al crearse y desarrollarse como una formación económico-social en el siglo XIX. Pretender ignorar que a México le fue robado más de la mitad de su territorio después de la guerra de rapiña entre 1847-1848, es parte del discurso imperialista de nuestros días. Hecho que también implicó,  que del lado ocupado quedaran poblaciones de mexicanos atrapados en la defensa de sus tierras por la nueva potencia imperial emergente del siglo XIX. De igual manera muchas comunidades indígenas fueron despojadas de sus grandes territorios y quedaron también prisioneras en las reservan a las que las sujetaron hasta nuestros días.

En esta lógica de guerra,  uno de los sectores sociales que padece en esta segunda década del siglo XXI uno de los más crueles dramas, son los indocumentados procedentes de los países como México, América Central y de otras regiones del área e incluso de otros continentes. El fenómeno de los que migran expulsados de sus países rumbo a la economía de los Estados Unidos se enfrentan a una cruenta oleada de violencia criminal antes de llegar a su destino (si logran hacerlo). En nuestros tiempos con la llegada de Trump, se refuerza ese peligro.

En el marco de esa geografía política fronteriza, diversos países de la región latinoamericana tienen una historia compartida y paralelamente una serie de problemas tendencialmente  idénticos en  lo que se refiere a ser sociedades esencialmente periféricas, de agudo rezago productivo y dramática desigualdad social. Sumándose a todo este escenario, la llegada de Donald Trump nos hace ver el clima de inseguridad y crecimiento de la violencia y otras actividades propias de una economía sumergida a la que son sometidos los migrantes desterrados económicamente de nuestros países y que ahora se dislumbra que lo serán de los EU.

Para estos trabajadores internacionales el momento actual en el nuevo escenario estadounidense ofrece grandes riesgos y muchos peligros. Sus derechos como trabajadores no son reconocidos y más bien los agentes migratorios y los sectores racistas del imperio los exponen a una mayor explotación y a nuevas formas de exclavitud (hoy reconocida como trata de seres humanos). Sin dada el panorama no es nada alentador. Los padecimientos o el calvario de los migrantes será mayor de llevar a cabo el gobierno de Trump grandes redadas y deportaciones a los países latinoamericanos y a otras naciones periféricas del mundo. Los derechos de los migrantes (desterrados de aquí y de allá) son conculcados y figuran al límite  de la degradación humana. Estos trabajadores internacionales indocumentados y sus familias, hoy son cruelmente criminalizados por Donald Trump. De cumplirse las palabras del nuevo mandatario estadounidense, sus condiciones de exilio serán muy semejantes a las de los refugiados sirios en Turquía y en Europa. La fragilidad de su condición humana parece desaparecer frente a la adversidad de las economías de mercado y ahora del nuevo proteccionismo  de Washington. Dramático escenario donde urge contar con una estrategia común los gobiernos y pueblos latinoamericanos. De esa manera se podrá enfrentar solidariamente no únicamente el destierro de millones de hispanos de suelo estadounidense,  sino también los efectos económicos que repercutirán en la disminución de las remesas a las economías latinoamericanas.

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