sábado, 18 de julio de 2015

Grecia: las posibilidades y los límites

¿Hay una mirada latinoamericana de lo que está sucediendo en Grecia? Sí, la hay, porque en la era de la globalización las fuerzas que se mueven son básicamente las mismas en todo el mundo, aunque haya diferencias por las particularidades de cada país y región.

Rafael Cuevas Molina/AUNA-Costa Rica

Lo primero que constatamos es el cambio que ha sufrido Europa, el predominio aplastante de las ideas conservadoras. Es otra Europa comparada con aquella de los años setenta, en el que apostaba por el Estado de Bienestar y de la que se sentía respaldo solidario en los años cruentos de las dictaduras. Francia, por ejemplo, o Alemania, no dudaban en recibir la denuncia y a los exiliados, y se alineaban en pos de sociedades menos injustas como las que prevalecían en nuestros países. Comparada con los Estados Unidos, y su papel de respaldo a los regímenes autoritarios, era muchas veces un refugio.

Luego, observamos el endurecimiento tecnocrático de sus élites dirigentes, cada vez más desembozadamente antidemocráticas, más autoritarias, más elitistas y despectivas de las necesidades y decisiones de las grandes mayorías. El sistema de la Unión Europea está manejado políticamente por ellos, una corte de burócratas que hacen y deshacen al antojo de los grandes capitales, especialmente financieros, que son los que en última instancia salen gananciosos. En relación con nosotros, los latinoamericanos, frente a quienes siempre se comportaron prepotentemente, pues siempre nos han visto como bárbaros, ahora son tanto o más duros a la hora de negociar en las rondas comerciales, en donde siempre ponen condiciones de partida que de no cumplirse, no permiten el acceso ni siquiera a las mesa de conversaciones. De ahí la importancia de aquello en lo que tanto ha insistido Brasil a partir del gobierno de Lula, en las relaciones Sur-Sur, para conversar y cooperar entre iguales.

En toda esta tragedia en la que se han convertido las negociaciones por la deuda griega, estas características han salido a la luz diáfanamente. Pero también se han puesto en evidencia, por la parte griega, aspectos que deben hacernos poner las barbas en remojo.

En primer lugar, la necesidad de gobernar apelando a los ciudadanos, tal como sucedió con la convocatoria a referéndum en días pasados. Y luego, la aceptación del duro paquete impuesto por la Unión Europea inmediatamente después, a contrapelo de todo lo dicho y apoyado, muestra lo duro del panorama al que se enfrenta quienes se atreven a retar la normalidad vigente del neoliberalismo.

En este sentido, es nuestra opinión que Syriza, como partido político, y su dirigencia, empezando por el Primer Ministro Tsipras, no estuvieron a la altura de la batalla gigantesca a la que convocaron y a la que el pueblo griego estuvo dispuesto a marchar. Dicen no haber tenido alternativa a lo propuesto en Bruselas, y que no les quedó más que transigir y entregarse. Es lo que deberían de haber dicho desde el principio, entonces, y no abrir expectativas que no podrían ser cumplidas.

Grecia nos hace reflexionar sobre las posibilidades y los límites de la izquierda en las circunstancias actuales, cuando el modelo neoliberal, habiendo llegado al tope de sus posibilidades consensuales, va en retroceso y se vuelve más agresivo.

En primer lugar, nos hace ver que enfrentársele al modelo es ir a la guerra, tal como lo constatamos en Venezuela, Ecuador o cualquier otro país que apuesta por propuestas posneoliberales. Ir a la guerra es tener claro que los grandes poderes económicos, políticos y fácticos no paran mientes en usar todas las herramientas que poseen, que incluyen los medios de comunicación, la mentira, el chantaje o la presión económica hasta la muerte.

En segundo lugar, que hay que confiar en la gente, que si se logra un apoyo tan masivo como el logrado en Grecia, no se debe ir para atrás porque eso saldrá terriblemente caro, y no solo, en este caso, para ese país y Syriza, sino para la izquierda en todo el mundo, especialmente la europea. PODEMOS, en España, será el primero en resentir la desconfianza que puede derivar hacia los discursos que llaman a resistir y cambiar.

En tercer lugar, que hay que construir los apoyos internacionales reales, porque Grecia, a pesar del clamor mundial, se quedó sola frente a la tecnoburocracia europea. Sola en el sentido real, de tener un lugar al cual asirse o dónde recostarse.

En América Latina esta lección griega debe ser bien aprendida. En algunos lugares de nuestro continente hemos logrado llegar bien lejos comparado con lo que han podido hacer los griegos, pero hay que resguardarlo porque todo puede estar pendiente de un hilo.

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