jueves, 9 de octubre de 2014

Venezuela: La doble conjura

Cada día es más evidente la existencia de una doble y sórdida conjura contra Venezuela.

El expresidente Alvaro Uribe y la Casa Blanca han
sido vinculados a la conspiración en Venezuela.
José Vicente Rangel / Question Digital

La conexión que hoy se da entre factores internos, oposición política, agentes financieros, mediáticos, y poderes transnacionales, nunca existió con igual capacidad operativa y claridad en el objetivo. La coordinación ha alcanzado un alto grado de eficiencia. Lo que se planifica y ordena desde el exterior repercute de inmediato al interior del país. De igual modo, lo que se gesta a lo interno, lo que asumen las fuerzas que se mueven dentro del entramado institucional, rebota afuera al instante.

Esta combinación tiene efectos letales que afectan a diario a la ciudadanía. De pronto, por ejemplo, un economista de reconocido prestigio divulga sin base alguna la especie de que Venezuela entrará en default, y la versión de inmediato dispara el riesgo país y la caída de los bonos, con la consiguiente alarma de la colectividad. La noticia muere al poco tiempo debido a otras igualmente impactantes, pero el daño quedó hecho y sus efectos no se extinguen. Igual pasa con la aparición de ciertas virosis que algunos medios, combinados con el exterior, tienen la osadía de divulgar como posibles pandemias.oea insulza2

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En el plano estrictamente político, la conjura adquiere rasgos insospechados. El ataque escoge como blanco el funcionamiento de las instituciones. La finalidad es obvia: proyectar nacional e internacionalmente la imagen de que en el país no rigen las leyes. Que el gobierno vulnera los derechos ciudadanos. Que la administración de justicia colapsó. Todo lo cual se orienta a presentar al Estado venezolano como un Estado forajido. En el cual nadie está seguro. Donde cunde el atropello e impera la ley de la selva. En cuyo ámbito desaparece totalmente la noción de seguridad jurídica y personal.

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Un dato que ilustra lo que quiero señalar. De pronto  -con apariencia de normalidad- el presidente Obama, quien se supone que tiene que atender muchos problemas; que está contra la pared con lo que sucede en el Medio Oriente con los yihadistas, con la caída de su popularidad y la derrota que se vislumbra en las parlamentarias de noviembre, mete en su discurso el tema Leopoldo López y sostiene que a este se le violan sus derechos. Estoy convencido que el Presidente de EEUU no tiene la menor idea de por qué está detenido el dirigente político y del proceso que el Estado adelanta. Y si la tiene, debe haberse inspirado en informaciones interesadas de la oposición.

Todo lo cual es grave. Pero lo es más si a lo dicho por Obama se suma lo de Insulza, secretario general de la OEA -a punto de dejar el cargo- quien, irresponsablemente, se involucra en los asuntos internos del país al afirmar “que la oposición no puede dialogar si hay dirigentes presos”. Cuando es todo lo contrario: porque, si los hubiera, se impondría dialogar como ya ocurrió en Venezuela durante la IV República.

¿Pero acaso personajes como Insulza y Obama no se dan cuenta de los peligrosos efectos de ese tipo de declaración? ¿Por qué lo hacen? Esas declaraciones, lejos de bajar tensiones y contribuir a la apertura de caminos para el entendimiento entre los venezolanos, le echan más combustible a la polarización y sirven de estímulo a la radicalización de las posiciones. La conclusión es más que obvia: se trata de declaraciones encaminadas a desestabilizar, a acuñar la imagen de que en Venezuela no hay división de poderes, no hay justicia, no hay, en fin, Estado de derecho. ¿Qué queda entonces por hacer? Caotizar el país, elevar el nivel de la conjura orquestada entre los factores internos y externos que la dirigen.

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Por tanto, la amenaza cobra cuerpo. A un gobierno que actúa democráticamente, respetando la legalidad; producto de la voluntad popular expresada en elecciones libres, se le quiere privar del derecho que asiste a todo gobierno, de defenderse de aquellos que pretenden derrocarlo. Que conspiran abiertamente. Que hacen llamados a las Fuerzas Armadas para que se rebelen. Que utilizan prácticas terroristas como las guarimbas.

A ese gobierno se lo cuestiona por hacerlo. ¿Qué se busca con ello? Sin duda que desacreditarlo, debilitarlo, ponerlo a nivel de una dictadura para juzgarlo y despojarlo de su capacidad para enfrentar a los terroristas y aventureros. Precisamente lo que está sucediendo. Lo que se deduce de la actitud de Obama, de Insulza, de diarios como el Washington Post y The New York Times, de cadenas de TV como CNN, y de lo que ocurre dentro del país con diarios, dirigentes políticos y empresarios.

La respuesta del Gobierno fundada en la ley y, por tanto, contundente, tiene que producirse. De lo contrario, corre el riesgo de ser derrocado. Para que lo sustituya la caótica oposición que hoy existe. Los personajes siniestros que cuando estuvieron en el poder conculcaron hasta la saciedad los derechos humanos y extremaron la corrupción. Una vez más hay que decirlo: la opción es el diálogo. Y los que no quieran aceptarlo es porque apuestan a la aventura. Es decir, están en la acera de enfrente. Y punto.

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