sábado, 4 de octubre de 2014

Del mercado, los buitres y el norte “revuelto y brutal”

Como un mal recuerdo de los años más oscuros del neoliberalismo en nuestra América, distintos actores del mercado toman la vanguardia en la lucha contra los procesos de cambio, los gobiernos progresistas de la región y nuestras siempre asediadas democracias, en el contexto de lo que se viene denunciando como un empeño de restauración conservadora de alcance continental.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

“Los buitres se parecen cada vez más a las águilas del imperio”.
Cristina Fernández, presidenta de Argentina

La presidenta Fernández denunció las acciones
que se gestan contra Argentina y su gobierno.
Brasil y Argentina, en la particularidad de sus escenarios políticos inmediatos, son dos de los principales focos de este ataque concertado entre las derechas criollas, los poderes extranjeros y el capital transnacional, cuyas maniobras no solo ponen al descubierto los peligros concretos que todavía enfrentan nuestros pueblos en sus luchas por la democratización, la independencia, la soberanía y la autodeterminación; sino que, además, revelan que la batalla política, económica y cultural contra lo que Franz Hinkelammert definiera en su momento como el gobierno extraparlamentario mundial –que articula el poder mediático con el poder del capital, para condicionar y casi extorsionar a gobiernos legítimamente electos-, sigue siendo un desafío al que no pueden rehuir los procesos posneoliberales latinoamericanos, si realmente se quiere avanzar en la construcción del alternativas al sistema capitalista dominante.

En Brasil, en cuanto se publicaron nuevas encuestas que revelaron un aumento en la intención de voto a favor de la presidenta Dilma Rousseff, y una pérdida de la popularidad y del apoyo a la candidata de la oposición –la nacional y la extranjera- Marina Silva, el mercado activó sus alarmas y desplegó sus estratagemas de sabotaje a la democracia y la voluntad popular. El periodista Eric Nepomuceno lo describe de manera impecable: “En una sola jornada, la de ayer lunes 29, los papeles en la Bolsa de Valores se desplomaron, mientras el dólar se valorizó hasta 2,57 por ciento. Luego hubo alguna reacción, y la Bolsa, cuyo índice llegó a caer más de 5 por ciento, estabilizó su pérdida en poco más de 3 por ciento. El dólar mantuvo una valorización, frente al real, de alrededor de 1,8 por ciento. El viernes anterior, el movimiento había sido a la inversa: creyendo que el sondeo electoral a ser divulgado al anochecer mostraría un empeoramiento en la situación de Dilma, la Bolsa experimentó alzas de hasta 2 por ciento. El juego es claro: sube Marina, sube la Bolsa y cae el dólar. Sube Dilma, se da el revés”.

En Argentina, por su parte, la entente entre los llamados fondos buitre, un juez de Nueva York –Thomas Griesa-, y los sistemas judicial y financiero de los Estados Unidos, invocando la santidad de la deuda externa y la propiedad privada, declaró al gobierno de Cristina Fernández en “desacato” por no atender las la disposición de pagar 1330 millones de dólares a un grupo de especuladores. La maniobra legal y de los lobbies financieros, en abierta oposición al derecho internacional, a la soberanía de los Estados, a recientes resoluciones de Naciones Unidas, y en suma, al más elemental sentido común,  pretende establecer como principio jurídico la primacía de un tribunal municipal extranjero, por sobre los tribunales de una nación soberna, por sobre sus leyes y por encima de los acuerdos y normas internacionales.
Aceptar este “disparate jurídico”, como ya se le calificó en Argentina, tendría gravísimas repercusiones para el país suramericano, y al mismo tiempo, sentaría un precedente nefasto del que se podría valer los especuladores del capital transnacional para someter, una vez más, a numerosos países pobres ahogados por deudas externas espurias y créditos internacionales establecidos mediante cláusulas leoninas.

En un enérgico y valiente mensaje, con motivo de un acto oficial en la Casa Rosada, la presidenta Cristina Fernández denunció sin aspavientos la conjura que está en marcha contra Argentina, en la que “sectores concentrados de la economía quieren voltear al Gobierno con ayuda extranjera”, grupos que “ya no vienen como veían antes, que armaban a sus hermanos de uniforme contra el pueblo, acá no usan misiles, usan golpes de mercado, golpes financieros para que la gente crea que las cosas andan mal”. Y advirtió: “Si me pasa algo, en serio lo digo, no miren hacia Oriente [en alusión a las supuestas amenazas del Estado Islámico], miren hacia el norte”.

Quien quiera descifrar las tendencias políticas y el rumbo de los acontecimientos que hoy conmueven a nuestra América, y que nos mantienen en vilo sobre resultados electorales o tensiones en países como Argentina y Brasil, no debe perder de vista la influencia que, en forma abierta o velada, según las circunstancias, siguen ejerciendo los Estados Unidos, ese norte revuelto y brutal –al decir de José Martí-, la nación que ha declarado la guerra perpetua, para intentar salvar las ruinas de un imperio que marcha hacia su decadencia. 

Mirar hacia el norte, para comprender nuestro sur y para actuar a favor de su futuro: he ahí la cuestión.

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