sábado, 20 de abril de 2013

Venezuela, la necesaria legitimidad

Las victorias electorales han sido sustanciales en la legitimidad del proceso bolivariano. Si esto se pierde tiempos difíciles habrán de venir.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

Ha ganado Nicolás Maduro la presidencia de Venezuela. Pero la ha ganado con un margen de apenas 1.78% de los votos. En un contexto tan polarizado como el que se observa en Venezuela, Maduro debería haber sido contundente en su triunfo para que la derecha no lo cuestionara. Hoy nos encontramos en la situación de que una diferencia de 275 mil votos y 1.78%,  es insuficiente para  darle  la necesaria  legitimidad a él,  su gobierno y al proyecto bolivariano.

En otros países triunfos apretados no significan problema, pero  en el caso de Venezuela sí que lo es. Hay que recordar por ejemplo, el estrecho margen en el voto popular que Obama obtuvo en las elecciones recién pasadas (2012),  en las cuales derrotó a Mitt Romney.  La diferencia fue cerrada (3.86%), pero nadie hizo mayor aspaviento. Más aún, en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2000, Bush  fue derrotado en el voto popular por Al Gore con una diferencia de más de medio millón de votos.

El anticuado sistema electoral estadounidense  que privilegia el voto electoral sobre el popular, permitió que Bush ganara esas elecciones a pesar de haberlas perdido. Todavía peor, en  el estado de Florida como seguramente  se recordará,  la diferencia  del voto popular  para Bush fue de ¡0.0092%!!! Se exigió que se hiciera un recuento de los votos porque un cambio en este estrecho margen de voto popular  hubiera significado el agregarle a uno o a otro candidato 25 votos electorales. Pero tal procedimiento finalmente fue  desechado y con estas ambigüedades, Bush fue electo presidente. Lo hizo con esos 25 votos electorales del estado gobernado por su hermano y con un fuerte tufo a fraude. Si esos 25 votos se le hubieran asignado a Gore, hubiera ganado la presidencia por 291 votos electorales contra 241.

En México en  2006, Felipe Calderón supuestamente ganó las elecciones con un 0.5% de ventaja frente a Andrés Manuel López Obrador. Su movimiento exigió el recuento del 100% de los votos con la consigna de “voto por voto, casilla por casilla”. Por supuesto este procedimiento fue desechado, y únicamente se hizo el recuento en un 20%. En 2012 el movimiento lopezobradorista alegó un fraude por medio de la compra de votos y exigió de nuevo un recuento del 100%. Se revisó solamente  poco más del 50%. Ni Bush, ni Calderón ni Peña Nieto sufrieron un embate mediático mundial por la ilegitimidad que revistió su elección.

Pero una es la vara con la que se miden los procesos electorales en los cuales las diferencias entre los contendientes no son sustanciales y otra es  la que sí lo son. Peor aún,  en los  que el ganador o ganadora  representan una opción crítica del neoliberalismo y el imperialismo. Esto último es lo que sucede en  la Venezuela del 2013 por que el proyecto bolivariano tiene enemigos formidables en la Casa Blanca, en la Sociedad Interamericana de prensa, en los grandes círculos empresariales de Venezuela y el resto del mundo. Por ello, tal  como debería haber  sucedido en Florida en 2000, en México en 2006 y 2012, en Venezuela  debería haberse hecho un recuento electoral que abarcara al 100% de las urnas y de las papeletas electorales. La ley electoral venezolana mandata hacerlo  en un 54%, pero el embate contra la Venezuela bolivariana obligaba  a hacerlo en un 100% De igual manera que sucedió en 2006 en Costa Rica cuando Oscar Arias ganó la elección presidencial con un margen muy estrecho. Las autoridades electorales de Costa Rica ordenaron un recuento electoral y ese recuento confirmó la apretada victoria de Arias. 

Las victorias electorales han sido sustanciales en la legitimidad del proceso bolivariano. Si esto se pierde tiempos difíciles habrán de venir.

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