domingo, 25 de octubre de 2009

Uruguay: ¡¡Arriba los que luchan!!

Con su propia especificidad, su propio ritmo, su agenda propia, el Uruguay se ha unido al grupo de países latinoamericanos en los que gobiernos de izquierda o progresistas han llegado al poder.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica.
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
Dice el cantante uruguayo Jorge Drexler que su país es “un gran campo a la orilla del mar”. Bella canción que, además de esta imagen tan gráfica y certera “del paisito”, tiene otras que lo caracterizan sintéticamente: “los ojos puestos en el aeropuerto”…
El campo termina en Uruguay, efectivamente, en el mar… o en Montevideo, su hermosa capital que cada vez se extiende más sobre la costa atlántica, desgranándose en apacibles balnearios en donde la clase media pasa los días de estío.
Pocos países como este lograron construir en América Latina una sociedad mesocrática, es decir, de clases medias. Costa Rica es el único que se le aproxima, en la lejana Centroamérica. Ambos se han catalogado como “Suizas”, el uno de Centroamérica, el otro de América. Ambos quieren hacer resaltar su especificidad, su diferencia con el resto al que ven, muchas veces, como bárbaro o, cuando menos, como atrasado.
Aparte de estas aberraciones que imponen las autoafirmaciones chauvinistas a los pueblos, es cierto que el Uruguay tiene mucho de qué enorgullecerse. Es un pueblo culto, crítico (a veces hipercrítico), sensible, que sabe disfrutar de los placeres de la vida.
Como todos saben, el Uruguay pasó una etapa negra de su historia en la década de los 70 y la mitad de los 80 de la cual, como al resto de América Latina, le ha costado recuperarse y de la que aún le quedan sangrantes huellas. Al salir poco a poco a la luz después de la dictadura, los militares presionaron para que se aprobara una ley de impunidad que impedía juzgarlos por lo crímenes de lesa humanidad que cometieron. Como ha dicho en estos días Eduardo Galeano, es una de los palos que pusieron a las ruedas de la carreta que es la sociedad uruguaya.
Las condiciones políticas orillaron a muchos al exilio y los uruguayos se desparramaron por el mundo. Casi siempre pudieron acomodarse a las nuevas circunstancias y fueron bien recibidos porque, como se dijo, es gente educada, bien formada, con una cultura de trabajo reconocida. Después salieron por las condiciones económicas buscando nuevos horizontes. Hoy, casi el 20% de su población está afuera, hacen asados memorables en Sydney, Estocolmo, Caracas o el Distrito Federal mexicano. En todos lados se quejan que la carne no tiene la calidad de la de “sus pagos” pero todos celebran alegres un choripan con un vaso de vino tinto.
Las migraciones latinoamericanas de los últimos años son principalmente por razones económicas, lo que quiere decir que la gente no se va de su país porque quiere sino porque no le ofrece las condiciones para que se quede. En este sentido, la migración se vive como un castigo, con dolor. A este, el Estado uruguayo le agrega otro: no le permiten al que se fue que elija a los que regirán los destinos del país. Es lo que Galeano llama el otro palo a la rueda de la carreta.
Con su propia especificidad, su propio ritmo, su agenda propia, el Uruguay se ha unido al grupo de países latinoamericanos en los que gobiernos de izquierda o progresistas han llegado al poder. Se le puede ubicar entre los moderados, entre aquellos que impulsan un proyecto que podría ser catalogado más socialdemócrata que socialista. El gobierno del Frente Amplio, con Tabaré Vásquez como presidente, ha avanzado en el mejoramiento de los índices sociales y la gente aprueba su gestión. Dice el periodista uruguayo Raúl Zibechi que esto no era tan difícil de lograr dado el desastre que habían sido los gobiernos anteriores de los colorados y los blancos. Como se dijo antes, hipercríticos los uruguayos.
Ahora que el domingo serán las elecciones generales, es casi seguro que en primera o segunda vuelta elegirán al Frente Amplio, al tupamaro Pepe Mujica y a su compañero de fórmula, el socialista Danilo Astori.
Mujica es uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros y estuvo más de 15 años en las cárceles de la dictadura. Con su modo de ser desenfadado, es la antítesis del político tradicional, lo cual no quiere decir que no sea un político ducho y astuto que ha sabido adaptarse pragmáticamente a las circunstancias que le han tocado vivir. Hoy, sin renegar de su pasado de insurrecto guerrillero urbano, vanguardiza un proyecto que hace renacer la esperanza entre los uruguayos.
En el mismo acto electoral, los uruguayos decidirán sobre la llamada Ley de Impunidad y sobre lo que llaman el voto epistolar, es decir, sobre si se deja sin efecto la ley que permite la impunidad de los violadores de los derechos humanos del tiempo de la dictadura, y sobre si se le da derecho a votar a los que están afuera.
Ojalá que la mayoría decida, junto con la elección de los candidatos del Frente, quitarle esos dos palos a las ruedas de la carreta.

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