sábado, 12 de septiembre de 2009

El Acta de Independencia sin independencia

El mayor fracaso histórico que se engendraba en 1821 era que Centroamérica, como realidad política, necesaria, vital e imprescindible, actualmente, no estaba apareciendo en las cabezas, en los bolsillos y en los propósitos de las fuerzas, personas e intereses, reunidos en el Palacio Nacional de Guatemala el 15 de setiembre, y hasta hoy, 5 pequeños, pobres y atrasados países, se debaten entre la miseria de los pueblos y la opulencia ofensiva de los dominadores.
Dagoberto Gutiérrez / Diario CoLatino (El Salvador)
Este es el documento más secreto que alguien puede conocer. Jamás ha sido pensado públicamente, aunque ha sido y es mencionado de manera grandilocuente, es referido a la Patria, pero no a las condiciones políticas e históricas, no es trabajado con referencia a los intereses de los protagonistas que lo concibieron, redactaron y aprobaron; en fin, el acta ha sido despojado de su valor histórico propio, y en consecuencia, ha sido enterrado y soterrado, hasta ahora.
En el documento se refleja la actuación de dos partes enfrentadas y con diferentes intereses y protagonismos: por un lado, los funcionarios del poder colonial, que maniobran contradictoriamente entre sí, y por otro lado, el pueblo de la ciudad de Guatemala que presiona, realmente, por una real independencia de España.
En el bloque de los funcionarios estaban los que no querían la independencia de España, los que estaban dispuestos a firmar un acta de independencia para anexionarse después al Virreynato de Nueva España (México), y en el caso de los criollos de San Salvador, los que querían, sobre todo, los que querían sacudirse el predominio económico de los criollos de Guatemala sobre la provincia de San Salvador.
Vistas las cosas así, resulta que los hombres reunidos el 15 de septiembre de 1821, en el Palacio Nacional de Guatemala, no eran rigurosamente independentistas frente a la metrópoli española, y que los verdaderamente independentistas eran el pueblo que estaba en la calle exigiéndola a gritos, y metiéndole miedo a los señores perfumados que vacilaban al interior del palacio.
Esta lógica es la que explica el texto del acta, porque como sabemos, para interpretar un texto hay que conocer su contexto, y en este caso su contexto histórico. El acta en referencia puede dividirse en 5 partes, y en sus 18 numerales encontramos una atención al Congreso que, posteriormente, en el mes de marzo de 1822, determinaría la independencia de España.
Esto quiere decir que el 15 de septiembre no es la fecha definitiva de la independencia. Luego viene la parte que va del número 7 al 9, en donde se establece claramente que se trata de una independencia sin independencia, o una especie de cambio pero sin cambio.
La tercera parte, que va del número 10 al 11, establece el poderío de la iglesia católica, en tanto que el número 12 es el texto que garantiza el orden y tranquilidad, y del 13 al 18, se establece el protocolo y los actos oficiales correspondientes.
En el número 1 del documento encontramos la confrontación histórica real de la coyuntura de 1821. El texto dice que la independencia debe ser pública “para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”. Aquí encontramos el sentido excluyente de este texto y la voluntad política de quienes lo redactaron o firmaron.
Lo cierto es que revela la existencia de la confrontación real entre los sectores populares realmente independentistas y la de los funcionarios y miembros de las elites políticas y económicas que consideraban que era necesario evitar que el pueblo hiciera en realidad la independencia, porque en ese caso, dicen los señores en su texto, que las consecuencias serían temibles.
A continuación, y confirmando que el acta del 15 de septiembre no era el documento definitivo, se pasa a organizar la convocatoria al Congreso que el siguiente año, 1822, debía decidir “el punto de independencia general y absoluta, y fijar en caso de acordarla, la forma de gobierno y ley fundamental que deba regir”.
En los siguientes numerales se desarrolla el procedimiento de convocatoria; mientras tanto, el Brigadier Gavino Gaínza, funcionario español, nombrado por España para gobernar la Capitanía General de Guatemala, dice el texto, “continúe con el gobierno superior político y militar”, es decir, que no hubo ninguna independencia, y mas bien fue una maniobra para aplacar las exigencias populares y ganar tiempo para sus intrigas palaciegas.
Pero, además, los señores disponen formar “una Junta Provisional Consultiva” para que el gobierno continuista de Gainza “tenga el carácter que parece propio de las circunstancias”. Por si esto fuera poco, ocurre que esta Junta Provisional Consultiva, que debía ser consultada por Gainza, es la que debía consultar al señor jefe político “en todos los asuntos económicos y gubernativos”. Esto quiere decir, ayer, hoy y siempre, que estos no eran independentistas, y no tenían interés en romper con la metrópoli.
La iglesia católica tenía un papel político muy importante en los acontecimientos y el texto le asegura el monopolio de esta fe, los cargos ocupados y, además, a los ministros eclesiásticos seculares y regulares les garantiza protección “en sus personas y propiedades”, y se les da la tarea política de sofocar la pasión independentista del pueblo para que no se dividan los ánimos y no se produzcan “funestas consecuencias”.
En esta parte, el texto llega a ser perverso y antipopular y nos muestra el miedo profundo que se le tenía al pueblo independentista, al que había que controlar mediante la fuerza y el trabajo ideológico de la iglesia católica. Lo que sigue en el documento hasta el número 18 es el protocolo de la ocasión. Hay que hacer notar que en el número 13, Gabino Gainza debía publicar un manifiesto informativo de lo que se había hecho, pero sin una fecha concreta para hacerlo.
En realidad, el acta de independencia del 15 de septiembre de 1821, debe ser tratado históricamente, y debe ser salvado en esa calidad, pensado, estudiado, discutido, en su contexto histórico, para revelar la lucha política, los intereses enfrentados y el papel del pueblo y las elites, dentro de la coyuntura. Es necesario romper, desde abajo y desde arriba, el silencio sobre este documento, para poner en su sitio, desde las diferentes visiones e intereses actuales, el pasado histórico, de manera de encontrar ahí las pistas que necesitamos para enfrentar y resolver nuestros problemas actuales.
El mayor fracaso histórico que se engendraba en 1821 era que Centroamérica, como realidad política, necesaria, vital e imprescindible, actualmente, no estaba apareciendo en las cabezas, en los bolsillos y en los propósitos de las fuerzas, personas e intereses, reunidos en el Palacio Nacional de Guatemala, y hasta hoy, 5 pequeños, pobres y atrasados países, se debaten entre la miseria de los pueblos y la opulencia ofensiva de los dominadores.

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