domingo, 17 de mayo de 2009

Paraguay tiene memoria y repudia

El mes de mayo obliga a los paraguayos recordar el golpe de Estado de 1954, uno de los más cruentos de la historia latinoamericana. Coincide con el regreso al país del represor Sabino Montanaro. María Victoria Romero / APM
(En la fotografía, Alfredo Stroessner y Sabino Montanaro)

Hace 55 años se instalaba en Paraguay una de las dictaduras más largas y sangrientas de la historia de América Latina. El 4 de mayo de 1954 el general Alfredo Stroessner, con un guiño de Estados Unidos, encabezó el golpe de Estado contra el entonces presidente Federico Chávez.
El saldo de 35 años de dictadura fue de más de 4.000 opositores asesinados, 360.000 presos políticos y un millón y medio de exiliados. (Ver: “Murió un dictador”. APM 16/08/2006)
Con Stroessner se instauró el reinado de la impunidad en el Paraguay, expresaron en un comunicado la Mesa Memoria Histórica y Archivos de la Represión, el Comité de Iglesias para Ayudas de Emergencia, el Sindicato de Periodistas del Paraguay, la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay, la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Asesinados del Paraguay, la Coordinadora de Luchadores Víctimas de la Dictadura Stronista, y el Servicio de Paz y Justicia.
Durante otro mes de mayo, el régimen de Stroessner provocó otro hecho trágico para la historia paraguaya. El 1º de ese mes del año 1986, durante una misa de Acción de Gracias en la Parroquia Cristo Rey de Asunción, varios obreros fueron golpeados por la “Policía de Montanaro”. Los policías dispersaron a los feligreses con agua y tinta roja para identificarlos en la cacería que sobrevino después, y que se extendió por toda la ciudad.
Veintitrés años más tarde, reapareció el líder de aquella policía, Sabino Augusto Montanaro, brazo ejecutor de las torturas, persecuciones y desaparición forzada de personas durante la dictadura de Alfredo Stroessner.
Con una apariencia de viejito débil, enfermo, afectado del mal de Parkinson, bronconeumonía y fractura de caderas, arribó de madrugada al aeropuerto internacional Silvio Petirossi, de Asunción.
Desde allí fue trasladado a un sanatorio privado, en carácter de detenido. Montanaro sufre las tradicionales “dificultades físicas y mentales” que siempre afectan a los acusados por delitos de lesa humanidad y que de forma impune actúa como el “milagro” que los puede salvar de la justicia.
Montanaro fue uno de los hombres más temidos de la dictadura de Stroessner. Desempeñándose como Ministro del Interior, el “tiranosaurio” como lo calificó el escritor Augusto Roa Bastos, autorizó el secuestró del sacerdote uruguayo Uberfil Monzón, llevado adelante el 27 de febrero de 1971. Montanaro justificó la detención alegando que el religioso pertenecía a la organización Tupamaros.
Exilado durante 20 años en Honduras, donde vivía en un exclusivo piso en Tegucigalpa, alucinaba que lo querían matar y dejó las creencias apostólicas romanas para pasar a venerar las evangélicas. Retornó a Paraguay, a los 87 años, el 1 de mayo pasado y con pasaporte vencido en el año 2001.
El Ministro del Interior, Rafael Filizzola, admitió que el arribo de Montanaro “tomó por sorpresa” al gobierno y añadió que Paraguay no cuenta con servicio de inteligencia y que tampoco hubo notificación formal por parte del gobierno de Honduras.
En ese sentido, el gobierno hondureño reiteró que Montanaro regresó a Paraguay por voluntad propia y sin previo aviso a las autoridades. El viceministro hondureño de Relaciones Exteriores, Eduardo Rosales, dijo que Montanaro tenía estatus legal en el país centroamericano, por lo que no se podía ejercer una vigilancia policial sobre él.
Por su parte, el presidente paraguayo Fernando Lugo, reclamó al ex represor que revele el lugar donde fueron enterrados los cadáveres de decenas de presos políticos torturados en dependencias policiales durante la dictadura de Alfredo Stroessner. “Es nuestro deber moral, es una exigencia de estricta justicia (…) el Paraguay democrático necesita descorrer el velo que encubre esa oprobiosa vergüenza de la dictadura” , sostuvo el mandatario.
A veinte años de finalizada la dictadura, aún quedan resabios de ella en la sociedad. El caso más evidente son las cuentas pendientes de la justicia, el paradero de los desaparecidos y el enjuiciamiento a los represores.
La semana pasada, Martín Almada referente de los derechos humanos en Paraguay y querellante en varias causas contra represores, se dirigió a Ticio Escobar, ministro de Cultura guaraní, para que inicie el proceso de cambio de nombres a los monumentos, calles y edificios que estuvieran relacionados con la dictadura de Alfredo Stroessner.
Almada recomienda asignar los nombres de las victimas y defensores de derechos humanos a calles, plazas, monumentos, lugares y edificios públicos con nombres relacionados a esa etapa negra.
Entre las instituciones que Almada propone rebautizar figuran la Escuela Patricio Colman, nombre de uno de los integrantes del equipo del temible Ministro del Interior de Stroessner, Edgar L. Ynsfrán. Según las declaracines de las víctimas, Ynsfrán era quien ordenaba que a los presos políticos se los arrojara al Río Paraná.
Asimismo, Almada reiteró su pedido de emplazar un Museo para la Memoria en el edificio de la Dirección de Investigaciones de Pastor Coronel, ex Centro de Tortura del Plan Cóndor.
Esa misma idea plasmó el presidente Fernando Lugo, durante una conferencia dada el martes último en el Palacio de Gobierno.

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