sábado, 13 de agosto de 2016

Fidel. Noventa años (II parte)

No se trata de valorar qué está primero, si el humanista o el revolucionario; un revolucionario verdadero es ante todo profundamente humanista y Fidel nos señalaba que había que tener la grandeza suficiente para hacer avanzar la humanidad, incluso si ello significara que los objetivos propuestos no son alcanzables en el corto plazo.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

La semana pasada explicábamos a través de un ejemplo, cómo la capacidad de Fidel le permitió diseñar acciones combativas sin jamás haber estado en el terreno de las operaciones, así como tener la visión para predecir las acciones estratégicas que Somoza (asesorado por Estados Unidos) iba a perfilar, a fin de derrotarlas en el terreno bélico, el de la política y el de las relaciones internacionales, lo que le habilitó para construir una amplia alianza de países con gobiernos de distinto signo que coadyuvaron a la derrota de la dictadura. En el artículo mencionado señalé que al referirse a los combatientes internacionalistas, la valoración que Fidel hizo del cumplimiento de la misión es contundente. En su libro “La paz en Colombia” expuso que “´…escribieron una página imborrable en la historia de América Latina, tarea que prosiguió después de la victoria, junto al esfuerzo solidario e irrestricto de nuestro país`”.

Fidel realizó su primer viaje a Nicaragua al conmemorarse el primer aniversario de la Revolución Sandinista en julio de 1980. Allí cumplió una nutrida agenda de trabajo y de visitas. Nosotros ya teníamos un año en el país y conocíamos bastante bien la capital Managua, en ese entonces una ciudad de 340 mil habitantes. Aunque por mis responsabilidades, me tocó trabajar directamente en el plan de cobertura antiaérea del evento, la mayoría de mis compañeros fueron convocados para participar como personal de apoyo a la seguridad del Comandante. Fidel quiso conocer el Parque Nacional Volcán Masaya, cuya entrada está ubicada en el Km. 23 de la carretera de Managua a Masaya. La seguridad se desplegó a lo largo de toda la vía desde Managua hasta el Parque. Al regreso, los compañeros se mantenían en sus puestos y fueron alertados que el Comandante volvía a Managua, pero justo en el momento en que salía de la instalación y cuando debía tomar hacia el norte en dirección a la capital, la caravana torció al sur en dirección a Masaya, cundiendo el desconcierto y la sorpresa. Algunos intentaron indagar qué había ocurrido, y la respuesta que recibieron fue que había sido una decisión de último minuto del Comandante. Si algún grupo terrorista o al servicio de oscuras fuerzas contrarrevolucionarias había preparado alguna acción contra la vida de Fidel, se quedó con los preparativos hechos. En ese momento, entendí que el jefe de seguridad de Fidel era él mismo, y que obedecía a un instinto y una sagacidad que se había formado y solidificado después de veinte años de lucha frontal contra el imperio más poderoso del mundo que había puesto todos los recursos humanos, tecnológicos y financieros a su alcance para hacerlo desaparecer físicamente: se contabilizan más de 600 intentos de asesinato de Fidel a través de la historia. Estar vivo y llegar a su noventa cumpleaños en sí mismo es una victoria del pueblo cubano, de sus órganos de seguridad y del propio Fidel que crearon eficientes mecanismos para evitar que el gobierno de Estados Unidos, sus agencias y los terroristas a sueldo fracasaran en sus intentos criminales. Fidel logró como David que el Goliat imperial no fuera capaz de apartarlo del camino de lucha trazado que es un ejemplo para todos los hombres y mujeres dignos del planeta.

Algunos años después, en 1986, estando de visita en la Habana, junto a otros dos compañeros fui invitado a una jornada de pesca submarina por el Comandante Fidel Castro. Fuimos trasladados a una zona del sur de la isla donde nos encontramos con Fidel. Al día siguiente de nuestra llegada, después de un frugal desayuno dado la actividad que habríamos de realizar nos dirigimos en una pequeña lancha al lugar donde volví a practicar un deporte después de 15 años, lo cual no dejaba de preocuparme. Durante el trayecto de alrededor de 20 minutos, Fidel iba ensimismado en la lectura de un voluminoso libro.

Al llegar al lugar previamente elegido, uno de mis compañeros, Juan y yo nos lanzamos al mar, Fidel había sido el primero en hacerlo. Juan era buzo profesional y no tardó en sumergirse a la misma profundidad que Fidel, cosa que yo no pude hacer. Debo haber bajado unos 5 o 6 metros y en esa zona me dediqué a buscar algunos ejemplares que no me hicieran quedar tan mal en comparación con mis dos avezados “colegas”. Fidel estaba pronto a cumplir 60 años, y su estado físico era envidiable, se mantenía durante largos minutos en el mar y a una profundidad que debía rondar los 12 metros, solo con máscara y aletas para nadar. Sin embargo, llegó un momento en que decidí que había sido suficiente por ese día y volví a la lancha. Me vi obligado a aguardar que Fidel y Juan concluyeran la faena antes de regresar a tierra firme. La espera no fue corta.  En algún momento, comencé a dar vueltas por la lancha y me acerqué al pequeño cubículo de unos 6 metros cuadrados donde había una silla en la que Fidel había estado leyendo durante el viaje. Había varios libros. Fue imposible contener mi curiosidad y tomé el texto que estaba más arriba, estaba lleno de anotaciones y se encontraba marcado mucho más adelante de la mitad, su título en inglés “Biotechnology”. Primera vez que veía esa palabra, de la cual ni siquiera tenía conocimiento en castellano. Para no mostrar mi curiosidad y mucho menos mi ignorancia, no pregunté a nadie de qué se trataba.

El domingo en la tarde regresamos a La Habana, pero la respuesta a mi inquietud la vine a tener apenas el martes siguiente. Ese día, 1° de julio de 1986 fue inaugurado por Fidel, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de Cuba, una de las joyas principales de la ciencia cubana, el cual en 30 años ha desarrollado, a pesar del criminal bloqueo estadounidense que impide la obtención de los insumos y la tecnología necesaria, una amplia gama de investigaciones de alto nivel, las cuales puestas al servicio de los ciudadanos cubanos y de muchos países del mundo, han servido para elevar sus niveles de salud y vida digna.  Los años han sido testigos de la voluntad personal de Fidel para desarrollar la ciencia y la tecnología, en particular como apoyo a la salud, haciendo extraordinarios esfuerzos financieros que han llevado a transformar a Cuba en un faro en el horizonte de los países en vías de desarrollo, lo cual le permite mostrar índices solo comparables con los de los países más ricos del planeta. El CIGB contribuye al diagnóstico, prevención y tratamiento de casi 30 enfermedades, a través de la producción de una serie de vacunas y otros compuestos, algunos de ellos únicos en el mundo.

Fui testigo “involuntario” del esfuerzo personal de Fidel por conocer del tema en el momento previo al de la puesta en marcha del CIGB y prepararse para hacer una presentación a Cuba y al mundo del futuro que se iniciaba. En silencio disfruté ese día mientras escuchaba su discurso en el que concretaba lo que había sido la concreción de una visión clarividente del futuro de Cuba, - trazado en los primeros años de la Revolución- a través de la promoción de la biotecnología como una de las principales industrias del futuro desarrollo del país.

En esa época se debatía mucho respecto de la lucha contra las dictaduras y el retorno a la democracia en América Latina.  Los gobiernos represores aliados de Estados Unidos habían fenecido en Brasil, Argentina y Uruguay. Chile se estremecía a través de las gigantescas jornadas de lucha de su pueblo en contra del gobierno fascista de Pinochet. Una noche conversamos sobre ese tema con Fidel, propugnábamos una salida revolucionaria a la dictadura. Como siempre, él hacía muchas preguntas, guardando información en su cerebro privilegiado, pero no emitía opinión alguna. Los que participábamos de la reunión anhelábamos conocer su discernimiento al respecto. Fidel era muy mesurado cuando conversaba con revolucionarios de otros países y evitaba formular sentencias terminantes si no se le consultaba directamente respecto a un tema.

Nosotros insistimos en querer conocer su sentir. Muy tarde, ya en la madrugada dijo “Nadie más que yo quisiera una salida revolucionaria para la tragedia de Chile, pero lo imprescindible es evitar mayores sufrimientos al pueblo chileno, Hay que impedir que sus hijos sigan siendo asesinados, torturados y desaparecidos. No es revolucionario prolongar la agonía de un pueblo, esperando encontrar las mejores condiciones para un triunfo revolucionario” y finalizó “…los revolucionarios chilenos deberían seguir haciendo el esfuerzo que hacen, y hacer su mayor contribución para el fin de la dictadura que es lo inmediatamente necesario”.

No se trata de valorar qué está primero, si el humanista o el revolucionario; un revolucionario verdadero es ante todo profundamente humanista y Fidel nos señalaba que había que tener la grandeza suficiente para hacer avanzar la humanidad, incluso si ello significara que los objetivos propuestos no son alcanzables en el corto plazo.

Habría muchas otras cosas que contar, muchas otras anécdotas que como dije al comienzo, retratan a un personaje superior, pero el espacio es limitado y no es posible hacerlo como se quisiera. Sirvan estos modestos recuerdos para dar a conocer algunas facetas de este hombre que superó la vida para entrar a la historia como líder de un pueblo digno y heroico al cual condujo mil veces a la victoria.


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