sábado, 17 de enero de 2015

Cuba y los funerales de los publicistas batistianos

Algunos que se creían asesores en política hacia Cuba, están deprimidos porque nunca fueron tomados en cuenta. Mientras ellos escribían infamias, los dos gobiernos desarrollaban un diálogo de alto nivel, desde hace muchos meses.

Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América

La industria contrarrevolucionaria batistiana de Miami no acepta que Cuba y Estados Unidos normalicen relaciones. Ejercieron por más de cinco décadas todo tipo de ataques contra la Revolución y no lograron destruirla. Al pasar de los años, enrolaron a impostores, a cambio de dinero. Y siempre gozaron del soporte de la extrema derecha, que con sus representantes en el Congreso, hicieron lobby, para apoyar planes subversivos contra Cuba.

Una parte de esa industria es la mediática, que tiene en América Latina y Europa periódicos, canales televisivos y programas radiales. Algunos de sus miembros se pasean y pavonean por el mundo, repitiendo falacias contra Cuba. La industria la integran pseudo periodistas, políticos, escribidores y publicistas. Algunos han atesorado riquezas, propiedades y premios, por mentir. Urden congresos de intelectuales sin intelectuales; de periodistas sin periodistas; de escritores sin escritores; de defensores de derechos humanos con implicados en violencia y terror. Otorgan premios fantasmas y publican libros biográficos de personajes inexistentes.

El anuncio del restablecimiento de relaciones ha sido un batazo contra esa industria. Por las incoherencias que publican, siguen mareados. Algunos que se creían asesores en política hacia Cuba, están deprimidos porque nunca fueron tomados en cuenta. Mientras ellos escribían infamias, los dos gobiernos desarrollaban un diálogo de alto nivel, desde hace muchos meses.

Los canallas más conocidos de esa industria -unos más edulcorados que otros-, son los impresentables Carlos Alberto Montaner, Andrés Oppenheimer y el padre putativo de ambos, Mario Vargas Llosa. Los tres, en ese orden, escribieron estos días artículos llenos de resentimiento contra esos acuerdos. Para “variar”, fue El Nuevo Herald quien les publicó a los dos primeros, y El País al tercero. Leerlos es como un castigo celestial.

Por higiene mental no vale la pena referirse a cada uno; juntos tocan la misma partitura: gimen que se levante el bloqueo; rumian que es un triunfo de Cuba (no pueden negarlo); sufren por la orfandad del “exilio cubano” y los “disidentes”; rezan para que llegue “la” democracia a la Isla; y alucinan que Cuba cambiará cuando no estén los hermanos Castro. Los artículos son de lamento, rencor, frustración y desesperación.

Aun así, tienen comicidad. El histérico Montaner, que no leyó el discurso de los presidentes, donde dicen que los acuerdos son logros de conversaciones de muchos meses, piensa que fue The New York Times con sus siete editoriales, quien influyó en esas decisiones. Como publicista, cree, que el “culpable” es ese diario. Por eso el errático Montaner, lo sataniza.

El autor del cachivache llamado La hora final de Castro (1992), que está lleno de inventos, tampoco oyó el mensaje de Raúl Castro; el “analista” sólo atinó a ver el atuendo del presidente cubano. El muy ridículo dice: “El General Castro dio su discurso vestido de uniforme militar, mandando la señal de que su país aún está en guerra”. Oppenheimer, premiado por anunciar profecías -como su compinche Montaner-, hoy, delira de amargura por sus desaciertos.

El escribidor –distinto a sus “hijos”-, reaccionó más tarde. Novela al decir que Raúl Castro ha comprendido que Cuba no puede vivir de las “dádivas” petroleras de Venezuela, amenazadas por la caída de los precios, y encuentra que la única supervivencia a largo plazo es una cierta distensión y un acomodo con Estados Unidos. El fantasioso Vargas cree que Cuba se encuentra frente a “la guerra del fin del mundo”, y para no morir, acepta las migajas del imperio.

Los tres publicistas más laureados de esa industria, asienten, que de nada sirvió tanto panfleto residual a mano de ellos. “Protectores” de la democracia y los derechos humanos, defienden las tesis imperialistas y anexionistas de Estados Unidos, y el  bloqueo criminal contra Cuba. Por eso hoy, no es difícil entender la rabia que los domina.

¿Será que estamos asistiendo a los funerales de estos rastreros?

1 comentario:

HAHA HAHA dijo...

Tremenda sinfonia de servilismo la historia se encarga de riduculizar deleznables elementos como los citados los articuleros y el escribidor. Viva Cuba!