viernes, 25 de abril de 2014

España, América Latina: crisis y migración

Los movimientos de población entre España y América Latina se mueven al ritmo de la situación económica. Esta semana, se informaba en España que 500 mil latinoamericanos había vuelto a sus respectivos países, y más de 125.000 jóvenes españoles habían migrado hacia América Latina, especialmente hacia Argentina y México, pero también hacia Chile, Colombia, Brasil y Venezuela.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

La crisis capitalist golpea especialmente
a los jóvenes españoles.
Algunos de estos muchachos peninsulares son, en realidad, latinoamericanos cuyos padres, a su vez, se fueron a “hacer la América” en las primeras décadas del siglo XX, o salieron al exilio luego de la Guerra Civil. Habiendo nacido en Argentina o Uruguay, por ejemplo, pudieron en los años duros de la crisis política de los años 80, y económica de los 90, optar por la nacionalidad española y llegaron a España en el período en el que este país creía que tocaría el cielo con la mano.

Ahora, la crisis terrible de España los manda de vuelta, aunque no son solo los que tenían vínculo de parentesco previo. En el 2013, habían llegado cerca de 35.000 solo a Buenos Aires; muchos de ellos son jóvenes con estudios universitarios de grado y posgrado, que optaron por cruzar el océano antes que ir a Alemania, por ejemplo, que se está nutriendo de ellos, por la afinidad cultural que tenemos.

Otro aspecto es el de los latinoamericanos que, a pesar de estarla pasando mal, optan por quedarse en España. Ramón Cabral, dominicano, negro, 67 años, trabaja en la recepción del hotel City Park Pelayo, a escasos doscientos metros de Plaza Catalunya, en el corazón de Barcelona. Llegó a las Islas Canarias hace 20 años con toda su familia, en donde se estableció. Los dos hijos mayores eran muy pequeños entonces, y los otros dos nacieron en las Canarias. Ahora ha tenido que dejarlos a todos allá, incluyendo a dos nietos porque, como me dice sin dejar de sonreír, no están los tiempos para rechazar la plaza que le ofrecieron en Barcelona. Es decir, una nueva migración, una nueva separación, un nuevo desgarre. Está entre sus planes volver a Puerto Plata en su lejana República Dominicana cuando termine de levantar la casa que dice que allá construye, pero no lo dice con mucha convicción, a sabiendas que, como confiesa más tarde, los hijos ya no querrán volver porque se han casado con mujeres españolas, y no quiere separar aún más a la familia a esas alturas de la vida.

Dice Ramón Cabral que los que peor la están pasando con la crisis son los migrantes. A escasos ciento cincuenta metros de donde habla conmigo, en la estación del metro de Plaza Catalunya, en la salida hacia La Rambla, una docena de africanos recalan con los bultos en donde esconden la mercadería que ofrecen sobre la avenida (anteojos de sol, cinturones, billeteras y monederos). Acezantes, con voces guturales y los ojos muy abiertos, comentan sobre la persecución de la que recientemente han sido objeto, y de la que han escapado refugiándose en las escaleras del Metro. Los transeúntes pasan rápido a su lado, asustados, sobre todo las mujeres, que aprietan contras sí sus bolsos y se alejan.

Al otro lado de la plaza, frente a la sede de Bankia, uno de los bancos gigantes “rescatados” con dinero público, y en la puerta sureste de FENAC, gigantesca cadena de almacenes especializados en comercializar los productos de las industrias culturales, hay piquetes de la Central General de Trabajadores (CGT) que, con megáfono en mano, protestan.

El 23 de abril, día de Sant Jordi, patrón de Barcelona, día en el que también se celebra el día del libro, miles de habitantes de la ciudad salieron a visitar los cientos de puestos que venden libros en el centro de la ciudad, y le regalaron rosas a las mujeres. Es un ambiente de fiesta y el tumulto es enorme; casi no se puede caminar y el centro ha sido cerrado al tráfico vehicular.

En la esquina de la avenida Pelai, un hombre pide limosna con un cartel que dice: “Tengo hambre”.

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