sábado, 8 de septiembre de 2012

Latinos, hispanos, hispánicos: nosotros en Estados Unidos

El voto hispano es muy importante en la actual coyuntura electoral estadounidense, y de ahí el coqueteo de los que, si no fuera por esa circunstancia, seguramente ni los volverían a ver. Como se sabe, un tema crucial es el de las posibilidades de permanencia en ese país de forma legal.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

Julián Castro, alcalde de San Antonio (Texas),
fue uno de los oradores principales
en la convención del Partido Demócrata.
Al acercarse las elecciones norteamericanas se acentúan los coqueteos de los dos grandes partidos de ese país con los latinos, hispanos o hispánicos, es decir, la parte de nosotros que se ha ido al Norte.

Hispano es un término que corresponde a una categoría pan-étnica creada por decreto hace tres décadas, en tiempos de Richard Nixon. En Estados Unidos, son una comunidad antigua y nueva al mismo tiempo, compuesta tanto por recién llegados, como por descendientes de familias con un arraigo más profundo que cualquier otro grupo, salvo los pueblos indígenas. Los hispanos, de esta manera, pueden reivindicar una presencia anterior, incluso al nacimiento de los Estados Unidos; pero su influencia de hoy en día se debe, sobre todo, a las inmigraciones más recientes. Actualmente son la primera minoría, y en el 2050 constituirán la cuarta parte de la población de ese país. Ante esto, no faltan quienes, como Samuel P. Huntington, consideran que esta inmigración amenaza la identidad nacional.

La Oficina del Censo de los Estados Unidos indica que actualmente hay 31.7 millones de hispanos en su territorio —11.7% de la población total—, de los cuales casi veinte millones son de origen mexicano, lo que representa el 65% de los 18 millones de los latinos en los Estados Unidos, seguidos por los puertorriqueños y los centroamericanos.

El destino de los migrantes siguen siendo fundamentalmente los estados de California, Texas, Arizona y Nuevo México. Sin embargo, en los últimos años han avanzado paulatinamente hacia el norte, incrementando su presencia en ciudades como Chicago y Nueva York. Existen lugares como Santa Ana, California, y El Paso, Texas, donde la población mayoritaria es de origen hispano. El porcentaje de esta población en diversas ciudades norteamericanas rebasa actualmente el 30%, cifra que consolida su poder en entidades tan importantes para la federación como California.

El voto hispano, por lo tanto, es muy importante, y de ahí el coqueteo de los que, si no fuera por esa circunstancia, seguramente ni los volverían a ver. Como se sabe, un tema crucial es el de las posibilidades de permanencia en ese país de forma legal.

Las más recientes escaramuzas al respecto han girado en torno al llamado Dream Act, que busca la permanencia legal en ese país de miles de estudiantes, llamados dreamers, hijos de inmigrantes.

A los Estados Unidos les conviene su permanencia en el país; es fuerza de trabajo calificada que no debe dejar ir. Países como Alemania, por ejemplo, han elaborado sofisticadas leyes de atracción de profesionales desde los países en crisis en el seno de la misma Unión Europea y, también, desde nuestros países. Ofrecen buenos salarios y facilidades para instalarse. Es decir, una política que incentiva la fuga de cerebros.

Barack Obama presenta las iniciativas que ha impulsado al respecto como “inclusivas”, y apela a la historia norteamericana de tolerancia ante la migración como respaldo. Las razones son, sin embargo, como vemos, más pragmáticas.

Los republicanos, por su parte abogan por restringir lo que catalogan como privilegios de minorías que consideran que pueden llevar a la nación a la debacle. Piensan que los latinos no serían tan capaces como los anglosajones de llevar adelante el país; pero estas posiciones no son nuevas: Benjamín Franklin temía en 1751 que zonas de Estados Unidos se fueran a “germanizar” de la misma manera en que hoy muchos temen que el territorio estadounidense se está “mexicanizando” o, de modo más general, “latinizando”.

Con la mesa servida, los hispanos se transforman en platillo apetecible.

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