sábado, 22 de septiembre de 2012

Honduras: La vocación de vender la nación

Las “ciudades modelo” -charter city- vienen a ser una especie de maximización de los condominios amurallados que la exclusión social propiciada por el neoliberalismo hizo proliferar en todas las ciudades latinoamericanas.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Las "ciudades modelo": nuevos enclaves del siglo XXI.
El martes 18 de septiembre el gobierno hondureño reafirmó, por enésima vez, la vocación entreguista y la incapacidad de su oligarquía expresada, en esta oportunidad, a través de la administración de Porfirio Lobo.

Ese día, el gobierno firmó un memorándum de entendimiento que permitirá la construcción de ciudades modelo, también llamadas regiones especiales de desarrollo, que reeditará la vieja noción de enclave bajo la cual funcionó la explotación bananera en el Caribe y Centroamérica desde el siglo XIX.

Como bien se sabe, este tipo de inversión del capital norteamericano en nuestras tierras trajo consigo una de las más agresivas  formas de explotación de la fuerza de trabajo. Se trataba de verdaderas islas, dentro del respectivo territorio nacional, en las que las leyes del país se veían opacadas y limitadas por la reglamentación que imponían las bananeras.

Honduras constituyó un campo fértil en Centroamérica para este tipo de inversión extranjera, así como también lo ha sido en nuestros días para la famosa maquila, que no se queda atrás en la forma de esquilmar a nuestra fuerza de trabajo vejándole sus más elementales derechos.

Para nuestras atrasadas oligarquías estas son formas de “modernización” que ven no solo con buenos ojos sino que buscan afanosamente, ofreciendo “ventajas comparativas” que, en cualquier otra parte, darían vergüenza: bajos salarios y legislación  “flexible”.

Las bananeras dejaron de ser el emporio que fueron de la inversión extranjera hace unos años, y la maquila viene de capa caída ante la competencia de China y otras naciones asiáticas. Así que este nuevo invento de ciudades-enclave viene a ser la nueva respuesta que los grupos dominantes hondureños se sacan de la manga como propuesta de desarrollo nacional.

Las tales ciudades modelo vienen a ser una especie de maximización de los condominios amurallados que la exclusión social propiciada por el neoliberalismo hizo proliferar en todas las ciudades latinoamericanas. Cercados, aislados de su entorno muchas veces paupérrimo, estos espacios privados son la viva imagen de una creciente segmentación social que trata de combatirse con políticas sociales focalizadas para evitar la caída al vacío de quienes no son útiles ni necesarios al sistema y, en tanto marginales, son tratados como desechos.

Las ciudades modelo son, también, la viva imagen de la incapacidad y el fracaso de quienes, desde Honduras, las impulsan. En efecto, ante una situación de resistencia y oposición popular a las políticas elitistas y represivas del gobierno; ante la imposibilidad que les asiste de controlar la violencia desbocada; frente a una situación de pobreza que los coloca como el segundo país más pobre de América Latina, el gobierno hondureño opta por evadir responsabilidades y trata de construir, en un coto cerrado manejado por transnacionales, un mundo ideal, el mundo del otro lado del espejo, tal vez para que los pocos hondureños acaudalados no tengan que pagar el boleto para Miami y puedan tomar el sol, caminar tranquilos por la calle y saborear delicatesen importadas en su propio país.

Si no fuera porque la noticia ha sido confirmada por las agencias de prensa; porque hay un recurso de inconstitucionalidad presentado por Oscar Cruz, exfiscal de Defensa de la Constitución, y declaraciones de advertencia de Frank La Rue, relator de Libertad de Expresión de la ONU entre otras, esto parecería una broma. De mal gusto, por supuesto.

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