sábado, 4 de agosto de 2012

Panamá: “La Patria boba” no regresará

Quien gana la lucha por la historia se adueña del futuro. En el caso de Panamá, se está discutiendo en los oscuros recintos de la Asamblea Nacional de Diputados un proyecto de ley para eliminar una materia del currículo escolar que tiene como objetivo enseñarle a la juventud del país las relaciones entre Panamá y EEUU. Parece increíble, pero es cierto.

Marco A. Gandásegui, h. / ALAI

La historia de un pueblo es su posesión más preciosa. No tanto por el pasado, sus hechos, fechas o personajes. Más bien por su percepción del futuro. Los pueblos se definen no por lo que fueron capaces de hacer, sino por el potencial que poseen para construir su propio destino. Un pueblo sin historia, obviamente, no puede tener una visión de futuro.

La historia de un pueblo o de un país, como dicen muchos, es de quien la escribe. Si no hay quien narre los acontecimientos del pasado y les dé sentido “histórico” a los hechos, el pueblo pierde su sentido de ser y su dirección. La historia es de los triunfadores, de los conquistadores y de quienes construyen el futuro. En la historia se destacan las grandes revoluciones no tanto por lo que fueron – sangrientas experiencias que es mejor ni recordar – sino por lo que prometieron ser en el futuro.

Muchas de ellas se tambalean, a pesar de los esfuerzos que se hacen a escala global para sostenerlas. En Nuestra América tenemos las guerras por la independencia, encabezadas por los grandes caudillos. En el siglo XX los latinoamericanos tenemos como símbolos de nuestros proyectos de nación las revoluciones mexicana (1910) y cubana (1959). Pero, al igual, que en otras latitudes, en la región la historia es un campo de batalla, de luchas ideológicas y de enfrentamientos entre intereses materiales.

La razón es sencilla. Quien gana la lucha por la historia se adueña del futuro. En el caso de Panamá, se está discutiendo en los oscuros recintos de la Asamblea Nacional de Diputados un proyecto de ley para eliminar una materia del currículo escolar que tiene como objetivo enseñarle a la juventud del país las relaciones entre Panamá y EEUU. Parece increíble, pero es cierto. La lucha por las ideas se ha trasladado al más alto nivel político, ya que es un asunto de Estado.

El enfrentamiento se establece a nivel ideológico, pero también a nivel de los intereses materiales de los panameños. En el plano ideológico, quienes no quieren enseñar la historia de las relaciones entre Panamá y EEUU, quieren borrar de la memoria del pueblo panameño sus luchas por reconquistar su soberanía a lo largo del siglo XX. Evitando que la juventud lea los libros que se refieren a los sacrificios de varias generaciones por expulsar al ocupante militar del suelo patrio, quienes se oponen al proyecto de nación creen que pueden borrar ese capítulo del pasado y comenzar a reconstruir las relaciones semi-coloniales del pasado.

Mientras tanto, quienes creen que Panamá tiene un futuro independiente y soberano insisten en que la juventud debe continuar estudiando su pasado y todas los sacrificios que realizó el pueblo para perfeccionar nuestra independencia. Los estudios de las relaciones entre Panamá y EEUU en los colegios e instituciones de enseñanza es fundamental para mantener viva esa antorcha que ilumina el sentir nacional de los panameños.

La situación no se reduce a una cuestión ideológica. También hay intereses materiales muy poderosos. En los últimos 20 años el país se ha convertido rapidamente en una plaza para hacer negocios, en parte, gracias a su posición geográfica privilegiada. Pero, más importante, por la abierta intervención del poderío militar y económico de EEUU en todos los asuntos de importancia para el país. Esta injerencia norteamericana es avalada y apoyada por una pequeña elite de empresarios locales que perciben su futuro ligado al gran capital monopolista vinculado al gobierno de Washington. La pequeña elite gobierna a Panamá desde la invasión militar norteamericana de 1989 como si fuera dueña de una hacienda, con peones, comunidades y el Canal de Panamá.

La gran mayoría de los panameños no tienen formas políticas para expresar sus intereses en los foros políticos o sociales. Los grupos sociales subordinados – y, especialmente, la juventud – tienen que salir a las calles a manifestar sus opiniones. En la actualidad, esa juventud aprende - en los libros que lee y en los debates que se realizan - que en el siglo XX hubo rebeliones e insurrecciones contra la ocupación militar norteamericana. También tiene plena conciencia de que la alianza entre Washington y la elite incrustada en el poder político de Panamá le exprime al pueblo hasta la última gota de su sudor obligándola a vivir en condiciones cada vez más paupérrimas.

Esa “santa alianza” nefasta cree que con eliminar una materia en los colegios podrán acabar con las protestas y rebeldía de las juventudes panameñas. La historia nos enseña que los pueblos superan todos los obstáculos y al final logran sus conquistas sociales y económicas. Pero los enemigos del progreso son tercos y creen que con eliminar materias como historia, filosofía e, incluso, cívica pueden frenar los anhelos populares por una vida mejor.

El proyecto para eliminar del currículo el nombre de la asignatura Relaciones de Panamá con EEUU, presentado por la diputada del gobierno, Dalia Bernal e impulsado por el Ministerio de Educación, ha generado una oposición generalizada. El objetivo es claro: quieren regresar al pasado, a la historia de la semicolonia, subordinada, idílica y salvaje, sin futuro y sin proyecto de Nación. “La Patria boba”. No lo lograrán.

Panamá, 2 de agosto de 2012.

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