sábado, 10 de marzo de 2012

Guatemala: Los mil rostros de la violencia

La violencia contra las mujeres, la violencia del narcotráfico y la violencia amenzadora: tres dimensiones de los conflictos que afectan a la sociedad guatemalteca.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

La violencia contra las mujeres. A propósito del Día Internacional de la Mujer, debe traerse a colación la pertinaz violencia que sufren en particular las mujeres guatemaltecas (aunque debería decirse las centroamericanas en general) que el Estado y ¿por qué no decirlo? la sociedad en su conjunto, ven con indiferencia. El disciplinamiento de la mujer es visto como normal, sobre todo en tiempos en los que ésta se “rebela”, se “pone malcriada”, “pierde los límites” y “se vuelve respondona”. Cierta investigación de académicos alemanes en Centroamérica considera que no es que la violencia haya aumentado en estos países, sino que ahora, dados los tiempos que corren, es más evidente: “Bajo criterios sociológicos, más importante que el acto de violencia o de delincuencia en sí es la asignación social de sentido. Igual que todos los fenómenos sociales, la violencia y la delincuencia sólo se vuelven “reales” cuando la sociedad las percibe, las denomina, las clasifica y las reconoce como reales. Lo mismo es válido en cuanto a la valoración de estos fenómenos como problemas sociales. La violencia doméstica y la violencia en instituciones educativas pueden servir como ejemplos. De ambos fenómenos se hacía caso omiso y eran tema tabú tanto en Europa como en Centroamérica hasta hace relativamente poco[1].

Sea que la veamos más o que haya aumentado, la violencia contra las mujeres en Guatemala no se limita a la consabida y desgraciadamente universalmente extendida violencia intrafamiliar. Aquí, las mujeres son asesinadas a mansalva en la vía pública, violadas, desmembradas y descuartizadas en actos de barbarie que parecieran buscar el escarmiento ejemplarizante.

Y aunque la policía y el Ministerio Público acuden, como debe ser, al lugar de los acontecimientos, y hacen votos porque todo se resolverá próximamente, nada pasa, y nada se resuelve: las muertas pasan a engrosar las filas de la impunidad guatemalteca. Sotto voce “resuelven” el asunto conjeturando que se trata de ajustes de cuentas entre maras o grupos rivales de narcotraficantes.

La violencia de la guerra. En esta semana que concluye, se ha adelantado el juicio que contra algunos miembros de las fuerzas de élite del ejército guatemalteco, conocidas como Kaibiles, se lleva a acabo en Ciudad de Guatemala. Se trata de la llamada Matanza de Dos Erres, en la que fueron asesinados más de 200 habitantes en 1982. En su marco, hizo declaraciones vía teleconferencia la antropóloga forense argentina Patricia Bernarde, quien junto a un equipo de profesionales de esa nacionalidad, participó en exhumaciones realizadas en el lugar de los hechos hace unos años. En diario guatemalteco Prensa Libre consigna así la noticia: "CIUDAD DE GUATEMALA - En su declaración, en el Tribunal Primero B de Mayor Riesgo, la profesional confirmó la masacre de 201 víctimas a manos de una patrulla de kaibiles y otros miembros del Ejército, el 7 de diciembre de 1982./En las exhumaciones encontraron que hasta abajo del pozo, las primeras víctimas eran niños, luego seguían los adultos que estaban encima de los pequeños./"Encontraron los restos de un niño de un año y medio de edad", dijo Bernarde./Mientas los niños murieron con golpes en el cráneo a los adultos les cegaron la vida con heridas de arma de fuego./"Definitivamente los cuerpos fueron lanzados desde la orilla del pozo y al primero que tiraron fue a un menor de 10 años de edad", expuso en su declaración./Según el Ministerio Público, las 201 víctimas fueron golpeadas con un mazo de hierro y en ocasiones disparaban sus armas de fuego al fondo del pozo.”

¿Hay que decir algo más?

La violencia del narcotráfico. Esta semana se reunieron en Tegucigalpa, la capital de Honduras, los presidentes de Centroamérica con el vicepresidente norteamericano Joe Biden. El tema principal fue, precisamente, el combate al narcotráfico. El punto de desencuentro es la propuesta del presidente guatemalteco, Otto Pérez, de legalizar la comercialización de la droga a lo que los Estados Unidos se oponen tajantemente. Aunque ninguno de los otros presidentes de la región se demarca por la propuesta, el tema esta en el tapete. Los índices que ha alcanzado la violencia vinculada al narcotráfico es tal que los pequeños países centroamericanos reclaman cada vez con más fuerza al gran consumidor que es Estados Unidos. Pero éste, que sostiene en buena medida su economía en crisis con este tipo de negocios turbios, no está dispuesto a dar su brazo a torcer. Hay que ser claros en esto: tampoco a las élites mafiosas centroamericanas (en la cuales se cuentan de forma sobresaliente los ejércitos y, entre ellos, el guatemalteco al cual está estrechamente vinculado el presidente Otto Pérez) están interesadas en que el negocio del narcotráfico se acabe: es la gallina de los huevos de oro. Pero necesitan presionar al vecino del norte para que aumente el flujo de dinero que permite al apertrechamiento de las fuerzas armadas que cada día que pasa son más protagónicas en la región.

Ergo, la violencia generada por el narcotráfico continuará y seguirá siendo carta de juego en la mesa en la que se barajan los intereses de los poderosos de la región.

La violencia amenazadora. Esta semana que termina se sucedieron varios hechos sumamente preocupantes: las oficinas de la Asociación Para la Promoción y el Desarrollo de la comunidad (Ceiba); las de la Red Nacional en Defensa de la Soberanía Alimentaria de Guatemala (Redsag) y las de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede Guatemala (Flacso-Guatemala), fueron allanadas (asaltadas en horas de la noche de forma violenta) entre el 25 de febrero y el 5 de marzo. Asimismo, se desató una campaña en prensa y televisión en contra de la colaboración que ofrecen distintas organizaciones internacionales a grupos guatemaltecos que defienden y promocionan los derechos humanos, hacen activismo ambiental o abogan por un estado de derecho en el país. Especial atención han puesto estos ataques en la colaboración sueca, a la que acusan de subvencionar a quienes catalogan de subversivos, terroristas o desestabilizadores.

Es decir, los viejos métodos amedrentadores de grupos clandestinos organizados para actuar fuera de la ley para hacer cundir el miedo.

Otra forma de la violencia de mil caras que asola al país.


NOTA

[1] . Sebastián Huhn, Anika Oettler y Peter Peetz (2008), “Discursos de violencia y políticas anti-delincuenciales en Centroamérica”, Hamburgo, Alemania: German Institute of Global and Area Studies (GIGA)/Institute of Latin American Studies, p. 4.

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