sábado, 4 de febrero de 2012

Cuba en las elecciones de Estados Unidos

Son los ecos del apetito imperial, ansioso por devorar a Cuba, y no los de la “libertad” capitalista que pregonan los aspirantes presidenciales Romney, Gingrich y Santorum, los que resuenan en la actual contienda republicana, y en general, en los oscuros laberintos del Departamento de Estado norteamericano.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

(Fotografía: los aspirantes presidenciales Rick Santorum, Newt Gingrich y Mitt Romney, en el debate del Partido Republicano en Florida)

Cuba, isla mayor de las Antillas, ese fiel de la balanza americana ante la fuerza de la república imperial del norte -como las llamó con acierto José Martí-, ha sido el centro de la campaña del Partido Republicano para definir a su candidato a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, del próximo mes de noviembre.

En las primarias de Florida, los aspirantes republicanos, sin ocultar la voracidad de los apetitos imperiales, se aferraron a los viejos libretos de la Guerra Fría y dieron cátedra de terrorismo de Estado en debates e intervenciones ante los medios de comunicación: el multimillonario Mitt Romney -ganador de la contienda-, Newt Gingrich y Rick Santorum, casi al unísono, declararon estar dispuestos a prolongar el bloqueo económico a Cuba “hasta que los Castro mueran” y a emplear todos los recursos y métodos disponibles (incluidas las operaciones encubiertas en apoyo a “la disidencia”), para destruir la Revolución Cubana, y entonces, cuando eso ocurra, salir al auxilio financiero de la isla con una invasión de inversiones, créditos y capitales que garantincen, según estos altruistas prohombres, la "libertad" del pueblo.

Estos planes, agitados como bandera electoral en Florida, no son otra cosa sino la expresión del odio que profesa un amplio sector de la clase política estadounidense hacia los legítimos derechos y aspiraciones de todos aquellos hombres y mujeres que en Cuba, ayer y hoy, se han levantado para luchar por la nación cubana, su cultura, su auténtica libertad y soberanía, y por el ejercicio irrenunciable de la autodeterminación.

Que esta actitud opresora permanezca vigente en nuestros días, tampoco debe sorprender: tal es la marca distintiva del desarrollo imperial-capitalista de los Estados Unidos desde finales del siglo XIX y la voracidad expansionista que impulsaron tanto sus elites políticas como los empresarios monopolistas, conocidos como barones ladrones (robber barons), hacia América Central y el Caribe.

Específicamente en el caso cubano, resulta imposible desligar las luchas independentistas, primero, y luego de liberación, emprendidas por los revolucionarios cubanos de los siglos XIX y XX, de la historia del imperialismo norteamericano.

Howard Zinn, en su obra clásica La otra historia de los Estados Unidos, demuestra que tras la intervención estadounidense en la guerra hispano-cubana en 1898, se movían los intereses industriales y financieros de los grandes robber barons: John Jacob Astor, William Rockefeller, Thomas Fortune Ryan y J.P. Morgan.

Zinn explica: “Cuando terminó la guerra, los americanos comenzaron a hacerse cargo de los ferrocarriles, las minas y las propiedades azucareras. En pocos años, se invirtieron 30 millones de dólares de capital [norte]americano. United Fruit entró en la industria azucarera cubana. Compró 1.900.000 acres de terreno a unos veinte centavos el acre. Llegó la Compañía de Tabaco Americana. Para el final de la ocupación, en 1901, al menos el 80% de las exportaciones de mineral cubano estaba en manos [norte]americanas, sobre todo de Aceros Bethlehem[1].

Ese régimen neocolonial impuesto en la isla por los robber barons fue el que derrocó la Revolución en 1959: y esa es, precisamente, la herida abierta en el orgullo del imperio y por la que desde hace medio siglo agrede sistemáticamente al pueblo cubano.

Son los ecos del apetito imperial, ansioso por devorar a Cuba, y no los de la “libertad” capitalista que pregonan los Romney, Gingrich y Santorum, los que resuenan en la actual contienda republicana, y en general, en los oscuros laberintos del Departamento de Estado norteamericano. La Revolución Cubana, que apuntala el rumbo del proceso de reformas económicas, políticas y sociales –un momento crucial para su futuro-, sigue en la mira de los Estados Unidos.

Cuba todavía duele a los imperialistas.


NOTA:

[1] Zinn, Howard (2011). La otra historia de los Estados Unidos. New York: Seven Stories Press. Pp. 225.

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