sábado, 28 de agosto de 2010

Colombia: Campo minado

Frente a la posibilidad de avanzar hacia la paz en Colombia, y ante el clima distendido que ahora se observa, nada de extraño tiene que se disparen, como siempre sucede al hablar de paz, los inefables mecanismos de la violencia. Es difícil la paz, pero vale la pena perseverar.
José V. Rangel / Columna El Espejo (Diario Ojo Pelao)
I
La búsqueda de la paz es una tarea muy riesgosa. Es como atravesar un campo minado. Todos los esfuerzos hechos en Colombia por alcanzar la paz, durante casi seis décadas de conflicto armado, han fracasado. Los terribles dictados de la violencia tuvieron más poder que los llamados a la reconciliación. Factores diversos, de derecha y de izquierda, intereses sociales y económicos caracterizados por una infinita sordidez, siempre terminaron por imponerse.
La expectativa de victoria de los bandos enfrentados condujo a la ficción de que era posible doblegar al adversario y derrotarlo. La creencia de que la solución era esencialmente militar y que consistía en el incremento de las armas, los equipos y el entrenamiento de hombres para la muerte, generó una antilógica de la solución del problema. Con el correr del tiempo se impusieron los fracasos, y el conflicto, resuelto en otros lugares por la vía política -El Salvador, Guatemala, Venezuela-, se institucionalizó. O se estancó en la charca podrida, sin salidas, de una lucha inacabable en la cual millones de colombianos fueron masacrados, torturados, desaparecidos, desplazados, despojados de sus tierras; en fin, victimados de una u otra manera.
II
Una de las consecuencias de esa interminable guerra colombiana, más allá de la pérdida de sensibilidad y la aceptación fatalista de coexistir con la violencia -convertida en forma de vida-, ha sido, por una parte, la consolidación de un Estado de hecho, con menoscabo del Estado de derecho, conformado por militares represores que hacen carrera en la guerra, paramilitarismo y narcotráfico, cada uno de ellos convertido en núcleo de poder; y, por otra, la extrapolación del conflicto. La guerra en Colombia revierte sobre los vecinos. Es fuente de graves problemas. Incide en Ecuador, y en menor proporción en Panamá y Brasil. Pero donde su efecto letal es mayor es Venezuela.
La violencia colombiana, que a diario descarga sobre el territorio venezolano sus mortíferos efectos, convierte en víctima al país y reproduce una situación similar a la que afecta al vecino. Pero la consecuencia más grave del fenómeno es el envenenamiento de la relación entre Venezuela y Colombia. No quiero enumerar hechos y situaciones que avalan lo que afirmo. Lo cierto es que la guerra en Colombia tiene repercusión directa y creciente sobre Venezuela. Hacer tan categórica afirmación me lleva a señalar que a ningún otro país de la región le conviene más la paz en Colombia que a Venezuela, y que la relación de las dos naciones la condiciona esta circunstancia. Razón tiene Chávez cuando convierte la lucha por la paz en Colombia en objetivo supremo, y también cuando Santos abre las puertas, con las reservas del caso, a esa posibilidad. Al menos por ahora.
III
Por eso los riesgos aumentan cuando el tema ocupa la escena. La paz es un revulsivo para sectores de las sociedades colombiana y venezolana. Ambos han vivido de la guerra en sus manifestaciones políticas, militares, ideológicas y mediáticas. El día que la guerra se acabe, quedaran sin sustento. La revista SEMANA de Bogotá decía en comentario editorial que "hay sectores interesados en sabotear los acercamientos Santos-Chávez". Y que, por supuesto, provoca reacciones la actitud del nuevo mandatario neogranadino de abrirse al diálogo, de reunirse con Chávez, de suscribir una hoja de ruta para manejar las relaciones y, al mismo tiempo, el planteamiento del presidente venezolano a las FARC para que revisen su línea y opten por la política. Sin duda que en un ambiente enrarecido con la dinámica bélica, caracterizado por la confrontación, las reacciones adversas no se hacen esperar.
En este contexto, hay que evaluar el bombazo frente a Caracol. Nada más parecido a una provocación, bien de la guerrilla, bien de la derecha. Para Gustavo Petro, senador del Polo Democrático, lo sucedido "busca llevar al nuevo gobierno a participar de la política del anterior", en tanto que otros observadores tildan de "extraño" el atentado y sostienen que "cada vez se piensa menos que haya sido de las FARC", aún cuando no se descarta del todo tal posibilidad. En fin, variadas hipótesis que no descartan la sorpresa. Lo cierto es que frente a la posibilidad de avanzar hacia la paz, y ante el clima distendido que ahora se observa, nada de extraño tiene que se disparen, como siempre sucede al hablar de paz, los inefables mecanismos de la violencia. Es difícil la paz, pero vale la pena perseverar.

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